Moniciones y Oración de los Fieles La Natividad del Señor, Misa del Día


Moniciones y Oración de los Fieles La Natividad del Señor, Misa del Día
25 diciembre de 2011
Moniciones
MONICIÓN DE ENTRADA
¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad! les deseamos nuestra más cordial bienvenida a la celebración solemne del Nacimiento del Hijo de Dios. Hoy, esta mañana (esta noche) , todavía resuenan los ecos de anoche, de la alegría desbordante de la Misa del Gallo. La emoción de saber que Dios ha nacido en medio de nosotros nos deja el alma llena y el corazón dispuesto. Pero, hoy, ya lo veran, los textos litúrgicos relatan con una hondura excepcional quien es Cristo, quien es la Palabra de Dios. Junto a la alegría inmensa de poder anunciar el Nacimiento del Salvador, está el sentimiento fuerte y reflexivo ante unas lecturas que nos lo explican todo. Jesús inicia, pues, su camino para la salvación del mundo y nosotros asistimos a su nacimiento asombrados y felices. Iniciemos, pues, la Eucaristía con gran alegría y enorme júbilo. ¡El Salvador ya está entre nosotros! ¡Nuestra salvación ya ha llegado! De pie para recibir al Celebrante y sus acompañantes, cantando.
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- ¡Qué hermosos son los pies del mensajero…! nos dice el profeta Isaías en la primera lectura y nos pide que cantemos. Hoy es todo alegría: ha llegado el Señor que esperábamos. Desbordemos de alegría y de amor por todo y por todos. Nuestro día de liberación ya está aquí- . Escuchemos
2.- El comienzo de la Carta de los Hebreos, que es nuestra segunda lectura, nos expone el nuevo plan de Dios. En la antigüedad hablaba por los profetas. Hoy, desde hoy, es el Hijo quien nos habla para nuestra salvación. Escuchemos
3.- El evangelio de San Juan nos ofrece el más notable texto de toda la Escritura Sagrada. Es la descripción más completa de Nuestro Señor Jesús hecho carne y acampado entre nosotros para mejor conocer al Padre. De pie para escuchar la proclamación del Santo Evangelio.

La oración de los fieles
CELEBRANTE
No, no fue un sueño. Dios hecho niño está junto a nosotros. A Él nos acercamos con alegría y devoción para adorarle y pedirle por nuestras necesidades. Repetimos
NIÑO JESÚS, ESCÚCHANOS.
1. – A ti niño, te pedimos por la Iglesia que fundaste para que todos los que la componemos seamos piedras vivas sujetas al ti única piedra angular.
OREMOS AL SEÑOR
MONITOR
2. – A ti niño, te pedimos por los gobernantes para que vean en ti Rey del Universo el modo de actuar: desde el servicio y el amor a todos.
OREMOS AL SEÑOR
3. – A ti niño, te pedimos por todos los enfermos, los pobres, los que están solos, sabemos que son tus preferidos, que estás cerca de ellos, dales una palabra de consuelo a todos los que sufren.
OREMOS AL SEÑOR
4. – A ti niño, te pedimos por todos los niños del mundo para que conforme vayan creciendo descubran la profundidad de este nacimiento y la trascendencia que tiene en nuestro mundo y en sus vidas.
OREMOS AL SEÑOR
5.- A ti niño, te pedimos por las familias cristianas para que tengan siempre como referente el amor, la generosidad y la disponibilidad que nos ofrece estampa del Portal de Belén.
OREMOS AL SEÑOR
6.- A ti niño, te pedimos por la Obra Por Cristo….Mas, Mas, Mas, para que esta siga siendo un medio de ayuda para tantos hermanos, que cada día se fortalecen con Tu Palabra, difundida por ella a través de la red de internet.
OREMOS AL SEÑOR
7. – A ti niño, te pedimos por todos nosotros para que afianzándonos en los misterios de tu amor crezcamos en la vida espiritual siguiendo los pasos que tu marcaste hacia la Casas de Padre.
OREMOS AL SEÑOR
CELEBRANTE
Padre, ante este niño recién nacido, ponemos nuestras intenciones, atiende con prontitud las necesidades de este pueblo que esperaba una luz y la ha encontrado.
Te lo pedimos por Él, Luz de las naciones, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén

HOMILIAS: NATIVIDAD DEL SEÑOR. CICLO B. 25 DE DICIEMBRE, 2011


HOMILIAS: NATIVIDAD DEL SEÑOR. CICLO B. 25 DE DICIEMBRE, 2011
1.- VIENE A ESTAR CON NOSOTROS
Por José María Martín OSA
1.- Dios se preocupa por el hombre y lo libera. En un bello sueño poético, Isaías presenta el final del exilio. El pueblo de Israel ha experimentado en propia carne la llaga mortal del exilio. Se hace necesaria una mano amiga que ayude algo, que levante el ánimo del creyente que flaquea. La caravana ha partido de Mesopotamia, y el poeta hace ver el momento tan ansiado de la llegada del mensajero, que ya está atravesando las colinas del norte de la ciudad. Una nueva era de paz y libertad comienza: el mensajero trae la buena noticia de la liberación de Israel. A este anuncio se unen los gritos de los vigías que custodian las ruinas de la ciudad. La intervención de Dios no puede dejar a nadie indiferente. Su victoria debe alcanzar a todos los confines de la tierra. Es un mensaje de alegría para un pueblo abatido y sin horizontes: ¡Dios vuelve! Mensaje para el que se siente desanimado: ¡Dios sigue entre los que creen! El que cree en el mensaje piensa que la restauración de una sociedad en ruinas y en crisis económica es posible. Es el mensaje para el creyente de hoy en esta Navidad. Este himno de acción de gracias resonará en otras páginas del AT, como podemos contemplar en el Salmo 97 que hoy recitamos, en las que el triunfo de Dios aparece como una activa esperanza. Quien escucha este himno se ve animado a una seria colaboración con el Dios que actúa en la historia y se preocupa del hombre. En esta etapa final de la historia, señala la carta a los Hebreos, nos ha hablado por su Hijo, que se acerca a nosotros para liberarnos.
2.- ¿Aceptamos la Palabra y su acción en nosotros? El “logos” del evangelio de Juan es un concepto tomado de la filosofía griega. En el prólogo del evangelio la Palabra viene a identificarse no sólo con Jesús, sino con la acción de Jesús. Esta personificación viene a mostrar la capacidad que tiene de dar vida y orientación a todo hombre que se acerca a él. De verdad que el misterio de la encarnación es, en el fondo, el misterio del hombre entero. Los judíos no han comprendido la realidad de Jesús. Desgraciadamente el hombre, tú y yo, rechaza la Palabra y se hace tiniebla, angustia, ser para la muerte, absurdo radical. Hasta la mitad del texto el juicio histórico del evangelista Juan es tremendamente pesimista. De hecho, todo su evangelio va a ser un conflicto continuado entre Jesús y un mundo incrédulo, que terminará en el proceso y condena de Jesús: “Vino a su casa, y los suyos no la recibieron”. Pero hacia la mitad del texto el juicio histórico se completa haciéndose esperanzador: hay hombres que aceptan la Palabra y viven la asombrosa experiencia de ser hijos de Dios.
3.- «Y la Palabra se hizo carne». La Palabra de Dios no es un sueño fantástico del evangelista en un momento de ensueño nostálgico. No. Es una realidad sensible y tangible, cuyo nombre es Jesús de Nazaret. La realidad de la presencia de Dios ha comenzado a incidir históricamente en los hombres con el comienzo de la vida de Jesús: este suceso constituye el momento decisivo de la historia de la salvación; lo testimonian los cristianos. La palabra «carne» designa en Juan todo lo que constituye la debilidad humana, todo lo que conduce a la muerte como limitación del hombre. La encarnación no es ninguna apariencia: por la experiencia de nuestro ser de hombres es como hemos de acercarnos a Dios, a Jesús. La revelación definitiva de Dios tiene rostro humano. Es una realidad cercana a los hombres. Ha puesto su tienda entre nosotros. Desde el momento de la venida del Hijo al mundo en la debilidad de la «carne», realiza la presencia de Dios entre los hombres. La comunidad cristiana lee solemnemente el prólogo del evangelio de Juan en la fiesta del nacimiento del Señor. Se trata de proclamar la misericordia y fidelidad de Dios, su gracia, que se han hecho realidad en Jesús. Que Dios no actúa mediante favores pasajeros y limitados, sino con el don permanente y total del Hijo hecho hombre que se llama Jesús, el Cristo.
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2.- LA NAVIDAD, EL REGALO DEL PADRE
Por Gabriel González del Estal
1. Dios, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo. El Hijo, se nos dice en esta Carta a los Hebreos, es el reflejo de la gloria del Padre, la impronta de su ser. Cuando el Padre, en la Navidad, nos regala a su propio Hijo, nos está regalando la impronta de su propio ser, se nos está regalando a sí mismo. Por eso, la fiesta de Navidad es la fiesta del Dios con nosotros. En los regalos de Navidad los padres quieren regalar a sus hijos algo que les haga ilusión, algo que les haga más felices. Cuando Dios, nuestro Padre, nos vio descarriados y perdidos, quiso enviarnos como regalo a su propio Hijo, para que fuera nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Dios mismo vino, en definitiva, a rescatarnos y a reconducirnos. El Hijo es, pues, el regalo navideño que nos ha hecho el padre a nosotros, sus hijos. Y como Dios es puro amor, al regalarnos a su Hijo nos ha regalado su amor. Por puro amor hemos sido salvados.
2. ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Noticia! También nosotros, como hijos, queremos hacer en estas navidades un regalo a nuestro padre. La Buena Noticia de la que habla hoy el profeta Isaías es la noticia de la presencia victoriosa de Dios en medio de su pueblo. El predicar esta Buena Noticia, este evangelio, a la sociedad en la que nosotros vivimos es el mejor regalo que nosotros podemos hacer al Padre. Predicar el evangelio de su Hijo con nuestras palabras y con nuestra vida a las personas con las que vivimos y convivimos. Decir a la gente que Dios quiere vivir entre nosotros como paz, como justicia, como amor; que Dios mismo quiere ser nuestra paz, nuestra justicia, nuestro amor. Si caminamos por la vida anunciando esta Buena Noticia seremos realmente mensajeros del evangelio de su Hijo. Predicar al mundo el mensaje de la paz, de la justicia y del amor de Dios es el mejor regalo que nosotros, los cristianos, podemos y debemos hacer en estas fiestas a Dios nuestro Padre. Sin olvidar que si la Navidad ha sido un regalo amoroso de Dios hacia cada uno de nosotros, cada uno de nosotros debemos hacer de nuestra vida un regalo amoroso hacia los demás.
3. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Si nos dejamos iluminar por la luz de Cristo, también nosotros seremos luz de Cristo para los demás. Si siempre fue necesaria la luz verdadera para no perderse en las tinieblas, hoy lo es todavía más, porque hoy más que nunca abundan en nuestro mundo multitud de luces que más que orientarnos, nos desorientan. No podemos dejarnos cegar por luces opacas y engañosas, que más que conducirnos por el camino de Dios, intentan guiarnos por caminos torcidos y egoístamente interesados: los caminos de la publicidad, del consumismo, de la economía inhumana, de ideas y culturas superficiales y vacías. Nuestra luz verdadera es Cristo y su evangelio, un evangelio que está construido sobre la base inconmovible de los dos mandamientos: el amor a Dios y el amor al prójimo. Dejémonos iluminar por esta luz de Cristo y tratemos de iluminar con esta luz al mundo que nos rodea. Sólo así haremos de nuestra vida una auténtica Navidad.
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3.- HERMANOS DEL BUEY Y DE LA MULA
Por José María Maruri, SJ
1.- Ante Dios hecho uno de nosotros, nadie puede quedarse indiferente. Todo el mundo tiene que definirse. De esto tenemos símbolos en los evangelios de estos días. Los pastores abandonan y van a Belén. La estrella se pone en camino y arrastra a los Magos de Oriente. Los posaderos cierran sus puertas a la Madre y al Niño. Herodes se inquieta y teme por su trono. Todos se definen.
Dios hecho hombre, hermanándonos por ser hermano común nuestro es el Misterio Central de nuestra Fe. O lo creemos o no. Si no lo creemos cerremos las puertas y ventanas como tantos vecinos de Belén. Pero si lo aceptamos no tenemos más remedio una postura congruente con nuestra Fe.
2.- Navidad para los que no creen puede ser motivo de borrachera y bandolerismo, para nosotros no. Navidad es Dios hecho carne de nuestra carne, como un hermano de sangre. Un hermano tan hermano de cada uno de nosotros que se toma libertad de sentarse en la butaca junto a la mía y decirme que es hermano mío, y que tiene otros hermanos que lo son también míos. Nos de su Padre, que lo es también mío. Poco más nos dice. Es machacón hasta hacerse molesto.
3.- Este Niño Dios es un niño bueno, no le oímos en lloreras ni en rabietas, porque no le entendemos o no queremos escucharle a la primera. Sabe esperar y se duerme en nuestros brazos porque confía en cada uno de nosotros. Confía que al fin va a triunfar su bondad y nuestra bondad, su generosidad y la nuestra.
Ignacio de Loyola, machacón como buen vasco tiene el mal gusto de poner en la meditación del Nacimiento estas frases: “Mirar como caminan para que el Señor sea ‘nascido’ en suma pobreza y a cabo de tantos trabajos para morir en cruz y todo esto por mi”.
Este nacimiento de Dios es algo personal mío. No tenemos derecho a descafeinarlo diluyéndolo como algo que es de todos, es de cada uno. Y el Niño Dios espera, y el vasco machacón, que “ese por mi”, que emerja todo el amor de que soy capaz. Y que ese amor se convierta en verdadera fraternidad entre el Señor y nosotros. Y entre nosotros… y nosotros.
Un amor que vence todo recelo, rencor, intereses creados, todo aquello que impide que seamos un pueblo de hermanos, como la Iglesia que Jesús soñó, tal vez desde el pesebre de Belén.
En el portal de Belén hay ya tanto pastor y tanto rey que si cabremos, pero apretándonos todos vamos a entrar a pedir al Niño Dios que si no sabemos ser hermanos de esos hombres que nos apretujan, al menos nos haga hermanos del buey y de la mula, que, a su modo, saben convivir y servir a un mismo Señor.

Moniciones y Oración de los Files. Natividad del Señor/ Misa del Gallo


Moniciones y Oración de los Files. Natividad del Señor/ Misa del Gallo
24-25 de diciembre de 2011
Moniciones
Feliz Navidad! Con emoción y gran alegría les saludamos en esta noche grande. La liturgia de esta entrañable Misa del Gallo, grande y bella en sí misma, nos irá mostrando el camino preciso de nuestra celebración. Pero, ahora, en los inicios, queremos que la habitual bienvenida a la Eucaristía tenga más fuerza, más contenido, más amor, aún si cabe. ¡El Señor ya está aquí! Le hemos esperado. Hemos buscado durante todo el adviento… convertirnos a Él para mejorar nuestra vida y facilitar el camino de su llegada. ¡Ya está aquí! Como ven el templo está lleno de luz y el mantel del altar es el de los grandes acontecimientos. Es nuestra cena litúrgica de Nochebuena, como la que acaban de celebrar en casa y que luego continuaran tras la Eucaristía. El Señor viene. El Señor –el Niño Dios—ya está aquí… Hermanos y hermanas con toda nuestra alegría iniciemos nuestra eucaristía…

MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- Todas las lecturas nos hablarán hoy del puente entre tiniebla y luz. Y en la primera, del libro de Isaías nos invita a abrir los ojos para ver extasiados a un Niño descendiente de David, al Emmanuel, portador de la plenitud, de la justicia y de la paz. Escuchemos
2.- Es la venida de Cristo, nos dice la segunda lectura de la Carta de Pablo a Tito, la que nos propone e inspira, desde ahora, asumir un comportamiento nuevo ético y fraternal. Una vida purificada y digna de recibir, en la aparición gloriosa, al Salvador del mundo. Escuchemos
3.- El evangelio de Lucas nos da la señal para reconocer al Niño Dios que ha nacido: la pobreza. Sólo cuando dejemos las riquezas, los privilegios, el poder: entonces se podrá reconocer la verdadera Iglesia de Cristo. Los pastores así lo entendieron. Y los ángeles cantaron a la paz del mundo que trajo el Niño. De pie para escuchar la proclamación del Santo Evangelio.

La oración de los fieles
CELEBRANTE
De rodillas, junto al pesebre, como aquellos pastores en aquella nochebuena, te traemos nuestros corazones y todas las necesidades que tenemos, te las presentamos con la confianza de que sabrás darnos siempre lo mejor para nuestro crecimiento espiritual:
A TI NIÑO, TE LO PEDIMOS.
1. – Te pedimos, Señor, que atiendas y reconfortes a nuestro Papa, Benedicto XVI para que con tu ayuda guíe a tu Iglesia hacia buen puerto.
OREMOS AL SEÑOR
MONITOR
2. – Te pedimos, Señor, por los sacerdotes y personas consagradas a ti, para que sean siempre fieles a tu llamada y sean reflejo para el mundo de esa Luz que hoy nos ha nacido.
OREMOS AL SEÑOR
3. – Por todos los hombres de la tierra, para que descubran que ese niño que nos nace es su Creador y Salvador y con gran fe lo adoren y sigan sus enseñanzas.
OREMOS AL SEÑOR
4. – Por todos aquellos que se han alejado de la Iglesia, para que estas fechas de esperanza y amor les haga volver a Cristo el único y verdadero Salvador.
OREMOS AL SEÑOR
5.- Por todos los que esta noche están solos, o sufren la enfermedad, por los que no tienen para celebrar esta gran fiesta para que encuentren consuelo y paz con el nacimiento de Dios y una mano cercana que les ayude.
OREMOS AL SEÑOR
6.- Para que muchos mas continúen encontrándose con el Niño Dios, por la labor realizada por la Obra Por Cristo…Mas, Mas, Mas.
OREMOS AL SEÑOR
7. – Por todos los que esta noche trabajan, para que, como aquellos pastores de Belén, se les aparezcan los ángeles anunciándoles la Buena Nueva.
OREMOS AL SEÑOR
CELEBRANTE
Padre, en esta noche tan especial, te pedimos que atiendas las necesidades de tu pueblo que ha dejado a los pies del niño que duerme en el pesebre.
Te lo pedimos por Él, nuestro Redentor que recién nacido, contigo vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén

HOMILIAS: MISA DEL GALLO. CICLO B. 24/25 DICIEMBRE 2011


HOMILIAS: MISA DEL GALLO. CICLO B. 24/25 DICIEMBRE 2011
1.- HERMANOS DEL BUEY Y LA MULA
Por José María Maruri, SJ
1.- Ante Dios hecho uno de nosotros, nadie puede quedar indiferente. Todo el mundo tiene que definirse. De esto tenemos símbolos en los evangelios de estos días. Los pastores abandonan su trabajo y van a Belén. La estrella se pone en camino y arrastra a los Magos de Oriente. Los posaderos cierran sus puertas a la Madre y el Niño. Herodes se inquieta y teme por su trono, todos se definen.
Dios hecho hombre, hermanándonos por ser hermano común nuestro es el Misterio Central de nuestra Fe. O lo creemos o no. Si no lo creemos cerremos las puertas y ventanas como tantos vecinos de Belén. Pero si lo aceptamos no tenemos más remedio que tomar una postura congruente con nuestra Fe.
2.- Navidad para los que no creen puede ser motivo de borrachera y gamberrismo, para nosotros no. Navidad es Dios hecho carne de nuestra carne, como un hermano de sangre. Un hermano tan hermano de cada uno de nosotros, que se toma la libertad de sentarse en la butaca junto a la mía y decirme que es hermano mío, y que tiene otros hermanos que lo son también míos. Nos habla de su Padre que lo es también mío, de sus y de mis hermanos. Poco más nos dice, es machacón hasta hacerse molesto.
3.- Este Niño Dios, es un niño bueno, no coge lloreras ni rabietas porque no le entendemos o no queremos escucharle a la primera, sabe esperar y se duerme en nuestros brazos porque confía en cada uno de nosotros, confía que al fin va a triunfar su bondad y nuestra bondad, su generosidad y la nuestra.
Ignacio de Loyola, machacón como buen vasco, tiene el mal gusto de poner en la meditación del Nacimiento estas frases: “mirar cómo caminan para que el Señor sea nacido en suma pobreza y al cabo de tantos trabajos para morir en cruz, y todo esto por mí.
4.- Este nacimiento de Dios es algo personal mío, no tenemos derecho a descafeinarlo diluyéndolo como algo que es de todos, es de cada uno y el Niño Dios espera y espera el vasco machacón, que eso “por mi” ponga todo el amor de que soy capaz al desnudo, y que ese amor se convierta en verdadera fraternidad entre el Señor y nosotros y entre nosotros y nosotros. Un amor que vence todo recelo, rencor, intereses creados, todo aquello que impide que seamos un pueblo de hermanos, como la Iglesia de Jesús soñó tal vez desde el pesebre de Belén.
En el portal de Belén hay ya tanto pastor y tanto rey que no sé si cabremos, pero apretándonos todos vamos a entrar a pedir al Niño Dios, que si no sabemos ser hermanos de esos hombres que nos apretujan al menos nos haga hermanos del buey y la mula, que a su modo saben convivir y servir a un mismo Señor.

2.- NOS ENSEÑA A SER HUMANOS
Por José María Martín OSA
1.- ¡Feliz Noche Nochebuena!, ¡Feliz Navidad! Son las palabras más repetidas hoy. Estamos alegres y damos gracias a Dios. El salmo 95 comienza con una invitación jubilosa a alabar a Dios, una invitación que abre inmediatamente una perspectiva universal: «cantad al Señor, toda la tierra». Se invita a los fieles a «contar la gloria» de Dios «a los pueblos» y, luego, «a todas las naciones» para proclamar «sus maravillas». Sólo cuando nuestra mirada se dirige hacia el Belén y vemos al niño sonriendo en su cuna de paja nos damos cuenta de la razón de esta felicitación. Dios no se hizo hombre para destruir nuestra naturaleza, sino para curarla y en¬riquecerla. Dios no quiere deshumanizar al hombre, sino humanizarlo más. Él mismo se nos manifestará como el hombre perfecto, no como superhombre, sino como humano del todo. Cuando hablamos de ser «humano», estamos refiriéndonos a una realidad buena. Quiere decir, según el diccionario, ser: afable, afectuoso, agradable, benévolo, benigno, caritativo, compasivo, comprensivo, comunicable, condescendiente, considerado, cordial, humanitario, indulgente, liberal, magnánimo, misericordioso, propicio, sensible… Son hermosos calificativos. Este conjunto de cualidades es lo que nos hace iconos de Dios, pues estamos hechos a su imagen y semejanza. Nace Jesús para que esta imagen y semejanza resplandezca en toda su gloria y su es¬plendor.
2. El Niño Divino nos enseña a ser como niños. Nosotros queremos ser mayores. Queremos cosas grandes. Nos encanta construir torres elevadas hasta el cielo. Queremos ser dioses, pero a nuestro modo, escalando a costa de lo que sea peldaños de gloria y de poder. Pero el Dios verdadero bajó hasta noso¬tros despojándose de gloria y de poder. Se hizo niño. Nos enseñó los caminos de la humildad y del servicio, de la esperanza y del amor. Son los caminos que nos divinizan, nos llevan directamente a Dios. Si quieres ser Dios, fíjate en el modelo navideño. Encontrarás, como decía el ángel, un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. También encontrarás a María y a José, sus padres. Son como un retrato de la familia divina. Y son el fermento de una humanidad nueva, entrañable y solidaria, gozosa y liberada, abierta y acogedora. Ya puedes empezar a soñar. La clave está en cómo recibimos nosotros la llegada en toda su humildad del Niño-Dios. Toma nuestra condición, «se hace hombre para divinizarnos a nosotros», según San Agustín.
3.- El Niño Dios nos enseña a ser humanos. Jesús se revistió de la naturaleza humana. Ahora Jesús viene a nosotros y podemos descubrirle en los pobres y necesitados. Muchas veces no le queremos ver cuando llama a nuestra puerta, le rechazamos como fueron también rechazados José y María. Este es el gran drama del hombre: el rechazo de Dios y del hermano. Es significativo ver cómo tuvieron que ir fuera de los muros de la ciudad, cómo los primeros que se dieron cuenta del nacimiento de su hijo fueron los excluidos de aquella época, los pastores, que eran mal vistos porque nunca podían participar del culto como los demás y vivían al margen. Su trono fue un pesebre, su palacio un establo, su compañía un buey y una mula… ¡Por algo quiso Dios que fuera así! El vino a darnos una lección de humanidad. Así lo ha expresado Benedicto XVI: «Misericordia es sinónimo de amor, de gracia. En esto consiste la esencia del cristianismo, pues es la esencia del mismo Dios. Dios (…) porque es Amor es apertura, acogida, diálogo; y su relación con nosotros, hombres pecadores, es misericordia, compasión, gracia, perdón». Dios es comunicación, comunidad, comunión. Dios no es solitario o individualista. Dios es familia. Dios es Trinidad. Por eso, lo más esencial del hombre es su capacidad de apertura y común unión. El hombre, para ser verdaderamente humano, necesita del otro, de los otros. Sin el otro yo no sabría nada de mí mismo, ni siquiera mi nombre. El otro me vacía y me plenifica. El otro me abre a nuevos horizontes. El otro me estimula y me agranda. El otro me hace feliz. ¡Niño Divino, enséñanos a ser humano! ¡Feliz Nochebuena!

3.- GRAN NOCHE SIN IGUAL: CIELO Y TIERRA SE MEZCLAN
Por Ángel Gómez Escorial
1.- No hay momento tan especial en la liturgia de la Iglesia como esta misa de medianoche en la conmemoración de la Natividad del Señor. Y no me refiero tanto –aunque también—a la belleza de la celebración en sí y de sus textos, todos, desde las lecturas bíblicas hasta las diferentes oraciones de la misa. Y aun siendo todo ello de una gran belleza y fuerza en su contenido, tengo que decir que somos todos nosotros, los presentes en tan hermosa y alegre eucaristía, quienes damos un especial realce a lo que celebramos ahora. Estamos alegres, hay muchos jóvenes y no pocos niños entre nosotros, muchos hemos puesto nuestros mejores trajes y vestidos, como aquel que va a una gran fiesta. Otros, más confortables, han preferido que el espacio del templo fuese una continuación de su hogar, donde se acaba de celebrar la cena de Nochebuena y visten como si en su casa estuvieran. Hacen bien. La alegría emerge por doquier y, sin duda, también ha fluido alguna lágrima porque es imposible no recordar algún ser querido que ya no está entre nosotros y que otras veces nos acompañaba en esta formidable y alegre presencia de todos.
2.- Y no es poco importante –y mucho menos frívolo—dar la importancia que tiene a este protagonismo comunitario de todos los que asisten a esta Misa del Gallo, pues, si en condiciones habituales, la presencia de los fieles es lo que da especial significado a la celebración eucarística por lo que tiene de comunión fraterna, de asamblea de hermanos que se aman y de recuerdo de la hermosísima y prometedora frase de Cristo: “Cuando dos o más os reunáis en mi nombre ahí estaré Yo en medio de vosotros”, pues hoy mucho más, recién llegados de nuestras casas como vinieron los pastores en aquella noche, nos convertimos –para bien y en sana humildad—en protagonistas de la noche.
3.- Claro que no hay más que recordar bien el evangelio, la narración de San Lucas sobre el Nacimiento del Niño Jesús para entender que no puede haber más que un protagonista y ese no es otro que ese tierno bebé nacido en la cueva de Belén. Es un impresionante ir y venir de ángeles y pastores. La noche –la Gran noche—se convierte en algo sin igual. Cielo y tierra se mezclan y, sin duda, la Eternidad se ha abierto para dar paso a la entronización de la Humanidad. El mundo se abre a grandes expectativas de paz y de amor. Y mientras tanto María y José asisten a algo que, tal vez, no entienden, pero que les parece grandioso y, casi, incomprensible.
Y el texto de Isaías, del capítulo 9, refleja el antecedente al texto de Lucas: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierras de sombra, y una luz les brilló…” Esa es la luz que brilló durante la noche en la comarca de Belén, la que vieron los pastores y la gente humilde. Y que no fueron capaces de ver los ricos y los bien aposentados, tanto de Belén, como del resto del mundo. Pero quienes vieron la luz pudieran acudir a contemplar al Niño y sin saber tampoco muy bien lo que ocurría experimentaron una alegría, desconocida, misteriosa y sin límites. Y eso es lo que experimentamos todos nosotros, aquí esta Noche Buena, esta Buena Noche.
4.-Nuestra espera a lo largo de todo el Adviento toma todo su sentido. El Salvador del mundo ha llegado en forma de débil Niño. Y nosotros, aquí y ahora, intuimos que tenemos que esperar otra venida: un día el Niño Dios volverá envuelto de poder y majestad para hacer justicia en este mundo e iniciar la vida feliz, que no cesa, en esa Jerusalén celestial que también nos llegará plena de luz. No seamos tímidos. Demostremos nuestra alegría total: un Niño nos ha nacido.